Este verano estuve aprendiendo de forma autodidacta a trabajar con inteligencia artificial, tras leer y ver mucho tutorial por internet acabé entrenando un modelo con mis ilustraciones, hice varias versiones, alguna en plan bruto sin filtrar estilo ya que el mio varía un poco si es a color o en blanco y negro, y otros modelos de entrenamiento con cada uno de mis estilos de dibujo.
He de decir que siempre me ha atraído la inteligencia artificial, no es la primera vez que trabajo con ella pero nunca lo había hecho para crear arte. Se que esto es tirar piedras sobre mi tejado, pero creo que pueden y deberían convivir ambas formas de crear arte, creo que esto es ya algo imparable y que irá a más, igual que nos adaptamos a trabajar en formato digital o hemos nacido ya con esa digitalización, ahora deberemos adaptarnos a esto. Igual que las herramientas digitales para la creación artística han ido llegando a un público mucho más amplio con los programas de código abierto.
Hay que puntualizar que hay cosas a las que en cuanto a arte la inteligencia artificial no puede llegar, el motivo o la inspiración que te lleva a hacer una ilustración, los modernos lo llamarían el “core” del dibujo, lo que te empuja a que una ilustración tenga unos tonos u otros, la expresión de un retrato o por ejemplo los tatuajes que centraron mi inktober del año pasado, todos tenían un significado. Las máquinas eso, de momento, no son capaces de manejarlo. Interpretan muy bien las texturas, las líneas, el trazo y los colores, pero nada más, que ya es mucho.
Y os preguntaréis que me empuja a trabajar con inteligencia artificial si no sabe interpretar la inspiración o lo que quieres transmitir. Una cosa muy sencilla, el valor que tiene este trabajo para buena parte del público. No será la primera, ni la última vez que cuando alguien me pide una ilustración, dibujo, o retrato personalizado se asustan al leer o escuchar el precio, no les culpo, incluso los comprendo el arte no es un artículo de primera necesidad. Pero el valor de mi trabajo es uno, y creo que está bien ajustado, pero para ello hay que valorar lo que antes llamé “core” de lo que hago, y que puede que un dibujo lo termine en unas pocas horas y seguramente parecerá caro para el tiempo que le dedico, pero para llegar a ese punto tienes que haber dibujado mucho, y desechado mucho más.
No puedo competir con la velocidad de una IA, ella una vez entrenada tarda segundos en hacer una ilustración que podría firmar como mia. El valor que le pueda aportar yo no sería la rapidez, y eso me lleva a reflexionar si esa rapidez de creación sería válida para un tipo concreto de público, me refiero a los retratos personalizados, un tipo de trabajo en el que se valoran dos cosas, el estilo del artista y que sea reconocible la persona retratada. En plan ¿quieres algo rápido, con mi estilo y reconocible?, ¡aquí tienes lo que quieres!, vamos a llamarlo fast art.
Y aquí viene la eterna duda, ¿valoro como debería mi trabajo?, ¿creo un producto low cost para llegar a más gente?. Entiendo que esa pregunta pasa por la cabeza de todos los que nos dedicamos o intentamos dedicarnos a esto. Y esto lo estoy contando aquí pudiendo callarme y aprovechándome de la inteligencia artificial ofreciendo ilustraciones low cost sin especificar que no las hice yo, pero entonces no sería yo, sería Milli Vanilli.
Ja!, ¿os pensabais que iba a terminar sin hablar de música?, en este blog es casi imposible.
No se, tendré que darle más vueltas al tema.
Pd: todas las imágenes de este post están creadas por inteligencia artificial usando un modelo entrenado con mis ilustraciones y dándole absoluta libertad para crear.
Em semble molt bè aquesta reflexió
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