Siempre voy a mi bolillón con lo cual las reseñas (o llamadle como queráis)
de los discos que escucho aparecen meses después de su lanzamiento pero, que
queréis que le haga, es lo que hay. No ser el primero en contar lo bueno que te
parece un disco tiene la ventaja de haberlo escuchado hasta la saciedad en bucle
continuo, y como aquí no he de rendir cuentas a nadie ni he de pasar por el
típico postureo de “bien queda”, no me miento a mi mismo al escribir sobre
algo.
Y tras el rollo llega lo bueno. Grises.
Estuve en su momento en Monkey Week viéndolos en el escenario que montaron
en el Puerto de Santa María (Cádiz), presentando alguno de los nuevos temas que
aparecerían en “No se alarme señora soy soviético”. Las impresiones fueron muy
buenas ya entonces, pero en el disco ya acaban de rematar la faena.
Es un gustazo poder escuchar algún grupo cantar letras con optimismo (más
en estos tiempos). Muchas veces la música es una válvula de escape al pesimismo
y que alguien te recuerde lo mal que puedes llegar a estar es una “bajona”
inminente. Por suerte grupos como Grises saben que, al igual que sus conciertos,
la vida debería ser una fiesta.
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